Este año, el 26 de Mayo, falleció mi mejor amigo. Él era sabio, muy sabio, agradable, pacífico y compasivo. Estar en su presencia me daba mucha seguridad y siempre me sentí apoyada por él. Una de las cosas que más me gustaban de él eran sus opiniones, siempre tenía algo interesante que aportar acerca de cualquier tema y sus puntos de vista me ayudaban a ver las situaciones desde ángulos que eran totalmente puntos ciegos para mí. Frente a cualquier problema él tenía la capacidad de ayudarme a elevarme por encima de mi contexto, ver todas las posibilidades de crecimiento que yo no estaba pudiendo apreciar e incluso tenía también la sensibilidad y la empatía necesarias para ayudarme a atravesar emocionalmente esos problemas. Siento que mucho de quién soy y lo que he podido crecer en esta vida se lo debo a él, y su ausencia me pesa todos los días. Extraño su sinceridad, su impecabilidad, su disposición e incluso, porque nadie es perfecto, extraño también su mal carácter. Extraño verlo tumbado en mi sillón y pasar las tardes al Sol a su lado. Mi casa se siente muy vacía sin mi gato.
Sí, mi mejor amigo era un gato.
Pero, ¿cómo pude haber tenido una relación tan profunda con un animal? Pues es que desde chiquita me podía entender con los animales. Y mi abuela materna, Ofelia, también podía.
Para mí entenderme con los animales siempre ha sido algo normal, muy natural. Así nací e incluso de niña me era tan normal que yo pensaba que todos podían hacerlo. Mucha gente me pregunta, ¿cuándo te diste cuenta que podías hablar con los animales? Y lo que yo les contesto es: “Nunca me di cuenta que yo podía, más bien me di cuenta que los demás no podían”.
Para explicarme mejor y explicar qué es esta locura de entenderse con los animales como si fueran humanos, tengo que explicarte algunas cosas. Para empezar, la Comunicación Intuitiva con Animales no es una comunicación verbal. Es una conexión que sucede por medio de otros estímulos, como sensaciones físicas, imágenes o entendimientos que se comparten por medio de la telepatía. O sea que desde antes de que una niña desarrolle el lenguaje verbal, ella ya puede entender cómo se sienten sus papás, si su hermana está triste o si el perro tiene miedo por algo. La comunicación no verbal está presente desde el momento en que tenemos consciencia.
Yo nací así, lista para comunicarme con medio mundo antes de aprender a hablar. Mis primeros recuerdos de entenderme con un animal son con el Solovino, el perro de la casa que como su nombre lo indica, era el callejero semi-adoptado de la familia. Recuerdo estar de pie tomando mi mamila, viendo a la altura de mis ojos el hocico del Solovino y teniendo un encuentro de amistad y amor con él. Las memorias familiares incluyen anécdotas donde mi abuelita Ofelia nos contaba el relato de cómo estaban sus canarios o de cómo yo traducía lo que necesitaban los perros de la familia. Y crecer dentro de ese contexto para mí era muy normal.
El descubrimiento de que esto no era común vino después, cuando empecé a crecer y me di cuenta que en el resto de las familias y con los niños de mi escuela esto no pasaba. No me sentí la rarita, como mucha gente asume que me debí haber sentido. Simplemente para mí el mundo en ese momento se dividió en dos: Lo que pasaba en mi casa, en privado, en mi jardín y en mi mundo mágico, y lo que pasaba “allá afuera”, en la escuela, en otras casas y con la sociedad en general. Y aprendí a crecer así, con el mundo dividido en dos: El de los humanos y el de la Naturaleza con sus animales.
Por mi vida pasaron muchos animales, pero hay unos cuantos que han sido verdaderos iniciadores, maestros y familiares. Con algunos de ellos crecí, con otros viví transiciones de vida importantes y con otros establecí lazos espirituales muy íntimos. Hay quienes vivieron muy pocos años a mi lado, pero dejaron un impacto muy profundo, y otros con los que viví aventuras de años y años, aunque hubiera querido que fueran muchos años más.
No sé cómo sea la vida de la gente que no puede entenderse con los animales, pero sí sé cómo ha sido la mía y de verdad que siento que sin ellos estaría perdida. Tal vez por eso creo que hoy uno de mis placeres más grandes es poder traducirles a las personas lo que sienten y opinan sus animales. Puedo darme cuenta de cómo esa relación que ya de por sí es especial entre ellos y sus perros, gatos o caballos, se vuelve aún más abierta y trascendental.
Lo único malo de entenderse con los animales es que se van más rápido que nosotros, que en comparación con nuestras vidas, las vidas de los animales domésticos son muy cortitas y eso me ha hecho sentir muy, muy sola cuando se van. Las relaciones que tengo con mis animales nunca ha podido compararse con las que tengo con los humanos, son mis dos familias. Pero a pesar del dolor, prefiero siempre tener esta conexión tan profunda, aunque la misma profundidad le sume un dolor extra al duelo.
Sé que tú que me lees intuyes que algo de esto es cierto, posiblemente hayas tenido experiencias similares de niño con tus animales.
A mí me encantará seguirte contando en este blog acerca de la Comunicación Intuitiva con Animales, de las aventuras que viví con cada uno y especialmente de Satya, mi mejor amigo el sabio. Hay muchas huellas de muchos animales por compartir.
Por ahora gracia por leerme, te espero a la siguiente.
Gracias por compartir cada momento de tu vida y recorrido.
Tus vivencias y experiencias las leo con gran respeto, me identifico en algunos aspectos contigo.
Muchas gracias a ti por tus comentarios y por acompañarme al leerme.